domingo, 20 de enero de 2013



                                                                                                                                              Por: SANTIAGO SALAZAR MENA
                                                                                                                                              Publicado el 20 Set. 2009
                                                                                                                                              Diario La Industria-Trujillo



Héctor Suárez  y su visión de Chan Chan
EXPOSICION NOS PERMITE DARLE UNA NUEVA MIRADA AL COLOSO DE BARRO QUE HA SIDO SAQUEADO A TRAVES DEL TIEMPO. NO OBSTANTE, LA MAESTRÌA   DE LOS CUADROS SOBRESALEN.


Chan Chan es contemplado con cierto interés histórico considerando la recuperación arquitectónica de sus partes. Por siglos esta majestuosa ciudadela enclavada a orillas de nuestra costa se manifiesta solitaria y lejana al barullo de la gran urbe. Antenor Orrego comentaba sobre sus constantes visitas a este lugar con Cesar Vallejo, llevando consigo vino y bizcochos, perdiéndose entre los vericuetos de oscuro barro. A posteriori, José Eulogio Garrido se vuelve un asiduo visitante de este terreno añejo y polvoriento; pareciera que un cierto encanto se guardara entre estos muros y frisos de magnifica construcción.
La Alianza Francesa de  Trujillo alberga esta exposición donde la esencia de esta muestra se complementa con la obra poética de José Eulogio Garrido en “Visiones de Chan Chan, título elegido por Héctor Suarez para esta selección de trabajos donde los recintos amurallados de adobe se compenetran con la naturaleza. El escenario desolado donde pirámides truncas yerguen deshabitadas bajo un cielo quebrado, otras veces desnudo. El contraste de los compartimientos y edificios se integran a la tierra en coloraciones reflejadas por la cercanía al mar.

MURALLAS ILUMINADAS
La importancia de este trabajo radica en la frenética oscilación de los espacios terrosos y su permanente traslado de los puntos de fuga en un espacio que se enriquece de una vista aérea. Los diversos niveles de perspectiva se divisan desde lo alto de las murallas para rescatar la proyección de suelos invadidos por una luz tenue de la tarde y la brillantez de la noche sobre bloques ocres.


Cuadros de mediano formato recogen fragmentos poco vistosos, dejando de lado la imagen manida del conocido Chan Chan, la periferia a los centros de adoración se convierten en luminosos y pequeños santuarios donde el paisaje inundado de barro recupera su vitalidad. una cierta energía despide cada detalle de las tapias y un acicalado tratamiento del temple le asegura una pintura chata y de escasa textura.
La pintura de Suarez recoge estos parajes agonizados por la intemperie-saqueada y destruida por los Incas(se postula)- cada rincón de esta ciudadela mantiene una iluminación fantástica, incluso aprovecha la luminaria espacial para insertar un inventado color de murallas. Los diversos ángulos en perspectiva enriquecen una pintura dotada de valores históricos en una obra que comulga con la expresión de Eulogio Garrido al pormenorizar con sigilo muros desgastados por el tiempo.

EQUILIBRIOS DE BARRO
En ambos ambientes de la Galería Azur se distribuye equilibradamente discretos trabajos que sin necesidad de apelar a la invención de temas, sencillamente recurren a un escenario que le es familiar, esa cercanía cotidiana que en algún momento le permitió comprender el vasto ejemplo de la cultura peruana para expresarse en una serie de pinturas que cuidadosamente ha sabido elegir entre el dificultoso rincón de esta gran ciudad de barro.

 Una expresión cristiana citada constantemente: Polvo eres y en polvo te convertirás; nos remite automáticamente al peso que soporta la tierra al enterrar toda material inútil, una sepultura donde la humanidad reposa prudente, estos espacios convertidos en cementerios históricos albergan bajo su cimientos una infinidad de encantos que ahora se transfiguran en extensos y soleados suelos. Barro, arena y polvo se adueñan de esos aposentos semejantes a catedrales degradados por el tiempo. Estas definiciones geográficas son el referente para Suarez y, en este contexto se desarrolla una pintura asignada de una realidad habilitada a su percepción.

Una cierta confabulación existe en cada fracción extendida por Héctor Suàrez, se acerca con una observación absoluta e inmoviliza con deleite fragmentos de adobe para enfundarlos en una gama privada de colores. Se deja llevar por ligeros aires que recorren cada parte de esta ciudad prehispánica y, se nutre de este callado barro que por siglos aún se presencia un tenue cantico profano de seres que habitaron muy cerca a nuestra ciudad.

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